Historia de la vida del Buscón (1626), de Francisco de Quevedo: «De las crueldades de la ama y travesuras que hizo: Ya ponían los alguaciles mano a las varitas» (Libro primero, cap. VI, 6)


Decían los compañeros que yo solo podía sustentar la casa con lo que corría, que es lo mismo que hurtar, en nombre revesado20. Yo, como era muchacho y oía que me alababan el ingenio con que salía de estas travesuras, animábame para hacer muchas más. Cada día traía la pretina21 llena de jarras de monjas, que les pedía para beber y me venía con ellas; introduje que no diesen nada sin prenda primero.
Y, así, prometí a don Diego y a todos los compañeros, de quitar una noche las espadas a la mesma ronda22. Señalóse cuál había de ser, y fuimos juntos, yo delante, y en columbrando23 la justicia, lleguéme con otro de los criados de casa, muy alborotado, y dije:
—¿Justicia?
Respondieron:
—Sí.
—¿Es el corregidor?24
Dijeron que sí. Hinquéme de rodillas y dije:
—Señor, en sus manos de vuestra merced está mi remedio y mi venganza y mucho provecho de la república; mande vuestra merced oírme dos palabras a solas, si quiere una gran prisión.
Apartóse; ya los corchetes estaban empuñando las espadas y los alguaciles poniendo mano a las varitas25. Yo le dije:
—Señor, yo he venido desde Sevilla26 siguiendo seis hombres los más facinorosos del mundo, todos ladrones y matadores de hombres, y entre ellos viene uno que mató a mi madre y a un hermano mío por saltearlos, y le está probado esto; y vienen acompañando, según los he oído decir, a una espía francesa; y aun sospecho, por lo que les he oído, que es… (y bajando más la voz dije) Antonio Pérez27. Con esto, el corregidor dio un salto hacia arriba, y dijo:
—¿Y dónde están?
—Señor, en la casa pública; no se detenga vuestra merced, que las ánimas de mi madre y hermano se lo pagarán en oraciones, y el rey acá.
—¡Jesús! —dijo—, no nos detengamos. ¡Hola, seguidme todos! Dadme una rodela28.
Yo entonces le dije, tornándole a apartar:
—Señor, perderse ha vuestra merced si hace eso, porque antes importa que todas vuestras mercedes entren sin espadas, y uno a uno, que ellos están en los aposentos y traen pistoletes29, y en viendo entrar con espadas, como saben que no la puede traer sino la justicia, dispararán. Con dagas es mejor, y cogerlos por detrás los brazos, que demasiados vamos.

20en nombre revesado: en jerga de estudiantes. 21pretina: correa o cinta con hebilla o broche para sujetar en la cintura ciertas prendas de ropa. 22ronda: cuadrilla de alguaciles que vigilaba las noches. 23columbrar: divisar o conjeturar. 24corregidor: alcalde que el rey nombraba libremente en algunas poblaciones importantes para presidir el ayuntamiento y ejercer funciones gubernativas. 25varita: vara que los alguaciles llevaban como signo de autoridad. 26Sevilla: ciudad situada en Andalucía occidental, que en época de Quevedo tenía unos 130.000 habitantes y era el centro económico y administrativo de las posesiones españolas. 27Antonio Pérez del Hierro (1540-1611), secretario del Consejo de Estado que huyó a Francia tras haber sido acusado de asesinar a Juan de Escobedo (1530-1578), secretario del Consejo de Hacienda. 28rodela: escudo redondo y delgado que, embrazado en el brazo izquierdo, cubría el pecho al que se servía de él. 29pistolete: arma de fuego más corta que la pistola.


Fotografía: Francesc Català-Roca – Anterior (cap. VI, 5): «Los convidé a verme correr cajas» – Siguiente (cap. VI, 7): «Me dijo un responso y fue desesperado» – Historia de la vida del Buscón · Diccionario y sumario del Buscón.