Don Quijote de la Mancha: «No quiero perro con cencerro»

Don Quijote de la Mancha (1.ª parte, cap. XXIII, 6) · Fotografía: Raflo Kroll


Don Quijote de la Mancha (1605), de Miguel de Cervantes (cap. XXIII, 6): «De lo que le aconteció a don Quijote en Sierra Morena, que fue una de las más raras aventuras que en esta historia se cuenta: No quiero perro con cencerro»


Y, así, picó a Rocinante, y siguióle Sancho con su acostumbrado jumento, y, habiendo rodeado parte de la montaña, hallaron en un arroyo caída, muerta y medio comida de perros y picada de grajos, una mula ensillada y enfrenada21, todo lo cual confirmó en ellos más la sospecha de que aquel que huía era el dueño de la mula y del cojín.
Estándola mirando, oyeron un silbo como de pastor que guardaba ganado, y a deshora, a su siniestra mano, parecieron una buena cantidad de cabras, y tras ellas, por cima de la montaña, pareció el cabrero que las guardaba, que era un hombre anciano. Diole voces don Quijote y rogóle que bajase donde estaban. Él respondió a gritos que quién les había traído por aquel lugar, pocas o ningunas veces pisado sino de pies de cabras, o de lobos y otras fieras que por allí andaban. Respondióle Sancho que bajase, que de todo le darían buena cuenta. Bajó el cabrero, y en llegando adonde don Quijote estaba, dijo:
—Apostaré que está mirando la mula de alquiler que está muerta en esa hondonada. Pues a buena fe que ha ya seis meses que está en ese lugar. Díganme, ¿han topado por ahí a su dueño? Leer Más

Don Quijote de la Mancha: «Es conmigo el miedo, que me asalta con mil géneros de sobresaltos y visiones»

Don Quijote de la Mancha (1.ª parte, cap. XXIII, 5) · Fotografía: Philip McKay


Don Quijote de la Mancha (1605), de Miguel de Cervantes (cap. XXIII, 5): «De lo que le aconteció a don Quijote en Sierra Morena, que fue una de las más raras aventuras que en esta historia se cuenta: Es conmigo el miedo, que me asalta con mil géneros de sobresaltos y visiones»


Yendo, pues, con este pensamiento, vio que por cima de una montañuela que delante de los ojos se le ofrecía iba saltando un hombre de risco en risco y de mata en mata con estraña ligereza. Figurósele que iba desnudo, la barba negra y espesa, los cabellos muchos y rabultados20, los pies descalzos y las piernas sin cosa alguna; los muslos cubrían unos calzones, al parecer de terciopelo leonado, mas tan hechos pedazos, que por muchas partes se le descubrían las carnes. Traía la cabeza descubierta, y aunque pasó con la ligereza que se ha dicho, todas estas menudencias miró y notó el Caballero de la Triste Figura, y aunque lo procuró, no pudo seguille, porque no era dado a la debilidad de Rocinante andar por aquellas asperezas, y más siendo él de suyo pasicorto y flemático. Luego imaginó don Quijote que aquel era el dueño del cojín y de la maleta, y propuso en sí de buscalle, aunque supiese andar un año por aquellas montañas, hasta hallarle, y, así, mandó a Sancho que se apease del asno y atajase por la una parte de la montaña, que él iría por la otra, y podría ser que topasen con esta diligencia con aquel hombre que con tanta priesa se les había quitado de delante. Leer Más

Don Quijote de la Mancha: «Con gran deseo quedó el Caballero de la Triste Figura conjeturando por el soneto»

Don Quijote de la Mancha (1.ª parte, cap. XXIII, 4) · Fotografía: Gertrude Käsebier


Don Quijote de la Mancha (1605), de Miguel de Cervantes (cap. XXIII, 4): «De lo que le aconteció a don Quijote en Sierra Morena, que fue una de las más raras aventuras que en esta historia se cuenta: Con gran deseo quedó el Caballero de la Triste Figura conjeturando por el soneto»


Y leyéndola alto, como Sancho se lo había rogado, vio que decía desta manera:

Tu falsa promesa y mi cierta desventura me llevan a parte donde antes volverán a tus oídos las nuevas de mi muerte que las razones de mis quejas. Desechásteme, ¡oh ingrata!, por quien tiene más, no por quien vale más que yo; mas si la virtud fuera riqueza que se estimara, no envidiara yo dichas ajenas ni llorara desdichas propias. Lo que levantó tu hermosura han derribado tus obras: por ella entendí que eras ángel y por ellas conozco que eres mujer. Quédate en paz, causadora de mi guerra, y haga el cielo que los engaños de tu esposo estén siempre encubiertos, porque tú no quedes arrepentida de lo que heciste y yo no tome venganza de lo que no deseo.

Acabando de leer la carta, dijo don Quijote: Leer Más

Don Quijote de la Mancha: «Todos los caballeros andantes de la edad pasada eran grandes trovadores y músicos»

Don Quijote de la Mancha (1.ª parte, cap. XXIII, 3) · Fotografía: Bill Perlmutter


Don Quijote de la Mancha (1605), de Miguel de Cervantes (cap. XXIII, 3): «De lo que le aconteció a don Quijote en Sierra Morena, que fue una de las más raras aventuras que en esta historia se cuenta: Todos los caballeros andantes de la edad pasada eran grandes trovadores y músicos»


Abrióle, y lo primero que halló en él, escrito como en borrador, aunque de muy buena letra, fue un soneto, que, leyéndole alto, porque Sancho también lo oyese, vio que decía desta manera:

O le falta al Amor conocimiento
o le sobra crueldad, o no es mi pena
igual a la ocasión que me condena
al género más duro de tormento.
Pero, si Amor es dios, es argumento
que nada ignora, y es razón muy buena
que un dios no sea cruel. Pues ¿quién ordena
el terrible dolor que adoro y siento?
Si digo que sois vos, Fili, no acierto,
que tanto mal en tanto bien no cabe
ni me viene del cielo esta ruina.
Presto habré de morir, que es lo más cierto:
que al mal de quien la causa no se sabe
milagro es acertar la medicina. Leer Más

Don Quijote de la Mancha: «Bendito sea todo el cielo, que nos ha deparado una aventura de provecho»

Don Quijote de la Mancha (1.ª parte, cap. XXIII, 2) · Fotografía: Leon Levinstein

Don Quijote de la Mancha (1605), de Miguel de Cervantes (cap. XXIII, 2): «De lo que le aconteció a don Quijote en Sierra Morena, que fue una de las más raras aventuras que en esta historia se cuenta: Bendito sea todo el cielo, que nos ha deparado una aventura de provecho»


Subió don Quijote sin replicarle más palabra, y guiando Sancho sobre su asno, se entraron por una parte de Sierra Morena9 que allí junto estaba, llevando Sancho intención de atravesarla toda e ir a salir al Viso o a Almodóvar del Campo10 y esconderse algunos días por aquellas asperezas, por no ser hallados si la Hermandad los buscase. Animóle a esto haber visto que de la refriega de los galeotes se había escapado libre la despensa que sobre su asno venía, cosa que la juzgó a milagro, según fue lo que llevaron y buscaron los galeotes.
Así como don Quijote entró por aquellas montañas, se le alegró el corazón, pareciéndole aquellos lugares acomodados para las aventuras que buscaba. Reducíansele a la memoria11 los maravillosos acaecimientos que en semejantes soledades y asperezas habían sucedido a caballeros andantes. Iba pensando en estas cosas, tan embebecido y trasportado en ellas, que de ninguna otra se acordaba. Ni Sancho llevaba otro cuidado, después que le pareció que caminaba por parte segura, sino de satisfacer su estómago con los relieves que del despojo clerical habían quedado, y, así, iba tras su amo, sentado a la mujeriega12 sobre su jumento, sacando de un costal y embaulando en su panza; y no se le diera por hallar otra aventura, entre tanto que iba de aquella manera, un ardite. Leer Más