Historia de la vida del Buscón (1626), de Francisco de Quevedo: «En que cuenta quién es el Buscón: Yo, señor, soy de Segovia» (Libro primero, cap. I, 1)


Yo, señor, soy de Segovia. Mi padre se llamó Clemente Pablo, natural del mismo pueblo; Dios le tenga en el cielo. Fue, tal como todos dicen, de oficio barbero1, aunque eran tan altos sus pensamientos que se corría2 de que le llamasen así, diciendo que él era tundidor3 de mejillas y sastre de barbas. Dicen que era de muy buena cepa4, y según él bebía es cosa para creer. Estuvo casado con Aldonza de San Pedro, hija de Diego de San Juan y nieta de Andrés de San Cristóbal5. Sospechábase en el pueblo que no era cristiana vieja6, aun viéndola con canas y rota, aunque ella, por los nombres y sobrenombres de sus pasados, quiso esforzar que era descendiente de la gloria. Tuvo muy buen parecer para letrado; mujer de amigas y cuadrilla, y de pocos enemigos, porque hasta los tres del alma7 no los tuvo por tales; persona de valor y conocida por quien era. Padeció grandes trabajos recién casada, y aun después, porque malas lenguas daban en decir que mi padre metía el dos de bastos para sacar el as de oros8.

1en la época de Quevedo los barberos realizaban también pequeñas curas médicas y solían ejercer de sacamuelas. 2correrse: ofenderse por alguna cosa, pero también avergonzarse por otra. 3tundir: cortar o igualar con tijera el pelo de los paños. 4ser de buena cepa: de calidad u origen reconocidos por buenos. 5los apellidos citados eran habituales de conversos. 6los cristianos viejos eran descendientes de cristianos y habían sido bautizados como tales, sin mezcla de musulmán o judío, frente a los cristianos nuevos, generalmente conversos que habían sido bautizados en la edad adulta y estaban peor considerados que los primeros. 7tres enemigos del alma: el mundo, el demonio y la carne. 8meter el dos de bastos para sacar el as de oros: meter la mano en bolsillo ajeno para sustraer una moneda, aunque la expresión tiene también un significado sexual.

Historia de la vida del Buscón, llamado don Pablos, ejemplo de vagamundos y espejo de tacaños, de Francisco de Quevedo (1580-1645), se publicó en Zaragoza en 1626, aunque su autor trabajó en varias versiones del original entre 1604 y 1640. Para la presente edición electrónica publicada en Crónicas del Helesponto, con licencia de Creative Commons e ilustrada con fotografías cuya autoría está referenciada en cada caso, siempre que ello ha sido posible, han sido consultadas, entre otras, las de Fernando Lázaro Carreter (1982), Domingo Ynduráin (1985) y Biblioteca Virtual del Instituto Cervantes.


Fotografía: Josep Brangulí – Siguiente (cap. I, 2): «Le estaba de perlas lo colorado»Diccionario y sumario del Buscón.