Viena, 22 de diciembre de 1808. Ludwig van Beethoven (1770-1827) llega al Theater an der Wien dispuesto a dirigir un titánico concierto en el mismo lugar en el que tres años antes había estrenado su única ópera, Fidelio (op. 72). Será la última vez que actúe como solista. Y el público escucha la Sinfonía n.° 5 en do menor (op. 67), la Sinfonía n.° 6 en fa mayor (op. 68), el Concierto para piano n.° 4 en sol mayor (op. 58) y la Fantasie für Klavier, Chor und Orchester in c-moll (op. 80), la Chorfantasie o Fantasía coral, publicada en Leipzig en 1811 y dedicada al rey Maximiliano José de Baviera.
El concierto es un fracaso. El escaso tiempo dedicado a los ensayos y las improvisaciones del compositor deslucen lo que hubiera podido ser un estreno de júbilo, reconocimiento y gloria.
Beethoven tenía treinta y ocho años cuando compuso la Fantasía coral, una partitura con inclusión de estilos concertante, lírico y sinfónico que muestra el intento de fusión de varias formas y géneros. Ya el propio término introducido en el título, fantasía, indica que se trata de una obra en la que predomina la libertad de escritura y cuya estructura se ajusta a la de tema y variaciones.
Toda la pieza, con algo menos de veinte minutos de duración, establece claras similitudes con el cuarto movimiento de la Sinfonía n.° 9 en re menor (op. 125), tanto por los ecos temáticos como por los musicales, compuesta más de quince años después. Instrumentada con violines, violas, violonchelos, contrabajos, dos flautas, dos oboes, dos clarinetes, dos fagotes, dos trompas, dos trompetas y timbales, se desarrolla mediante un crescendo de piano y orquesta hasta la fase final determinada por la irrupción del coro.
La introducción pianística que sirve como adagio no es la que pudieron escuchar los asistentes al concierto de 1808, pues aquella tarde Beethoven improvisó al piano y la versión que se ha conservado es la que escribió posteriormente. Comienza y termina con vigorosos acordes que dan paso a una melodía popular en la que se introducen violonchelos y contrabajos y a continuación oboes y trompas. Surgen entonces la flauta, el clarinete, el fagot y el cuarteto de cuerdas, que abren el camino del tutti orquestal antes de ceder terreno ante un nuevo solo de piano, acompañado por violas y violonchelos, y después por clarinetes y fagotes, como última etapa del movimiento.
Tras el adagio, se inicia la marcia con la orquesta al completo y resonancias del tema inicial que dan entrada al coro, primero las sopranos y las contraltos y después los tenores y los bajos. Y a continuación, el coro completo en toda su grandiosidad, como un estallido de júbilo, con el que el piano deja de ser protagonista y se establece el carácter concertante de la obra que finaliza con un allegretto ma non troppo-presto para piano, coro y orquesta:

Schmeichelnd hold und lieblich klingen unsere Lebens Harmonien, und dem Schönheitssinn entschwingen Blumen sich, die ewig blühn. Fried’ un Freude gleiten freundlich wie der Wellen Wechselspiel, was sich drängte rauh und feindlich, ordnet sich zu Hochgefühl. Wenn der Töne Zauber walten und des Wortes Weihe spricht, muß sich Herrliches gestalten, Nacht und Stürme werden Licht. Äuß’re Ruhe, inn’re Wonne herrschen für den Glücklichen. Doch der Künste Frühlingssonne läßt uns beiden Licht entstehn. Großes, das ins Herz gedrungen, blüht dann neu und schön empor, hat ein Geist sich aufgeschwungen, hallt ihm stets ein Geisterchor. Nehmt denn hin, ihr schönen Seelen, froh die Gaben schöner Kunst. Wenn sich Lieb’ und Kraft vermählen, lohnt den Menschen Göttergunst [Galante, bello y precioso es el sonido de la armonía en nuestra vida, y el sentido de la belleza genera flores que crecerán eternamente. Paz y alegría flotan amablemente como el movimiento de las olas, que se precipitan brutales y fogosas como transformadas con gran excitación. Cuando el sonido mágico predomina y las palabras producen devoción, las maravillas deben tomar forma, la noche y la tempestad cambian a luz. Sin inquietudes, en la cúspide, son felices los gobernantes humanos. Pero el sol primaveral nos da su luz desde el nacimiento. Fuertemente inculcada en el corazón, se precipita de nuevo la belleza. Cuando el espíritu late con fuerza, un coro de espíritus resuena eternamente. Así pues, amados espíritus, aceptad alegres el don de la belleza. Cuando el amor y la fuerza fueron unidos, el regalo al hombre fue la gracia divina].

El origen de la parte coral no se conoce con seguridad. Todo parece indicar que se trata de una variación de Seufzer eines Ungeliebten und Gegenliebten [Laméntese un hombre sin amor y amor mutuo], un lied escrito por Beethoven en 1795, mientras que el autor del texto sería Christopher Kuffner, poeta contemporáneo del compositor que adaptó su obra Schmeichelnd hold und lieblich klingen unsere Lebens Harmonien [Galante, bello y precioso es el sonido de la armonía en nuestra vida] a la partitura del autor, basada a su vez en un pasaje del ofertorio Misericordias Domini (KV 222), escrito por Mozart en 1775.
Beethoven fue siempre consciente de su genialidad, lo que le obligaba a revisar una y otra vez sus composiciones, a no quedar nunca satisfecho con el resultado y a improvisar en el momento de su ejecución. A diferencia de Mozart, capaz de escribir la obertura de Don Giovanni en la noche previa a su estreno, el músico de Bonn componía despacio y dedicaba mucho tiempo a cada pasaje antes de considerarlo definitivo, lo que explica las diferencias existentes entre la obra ejecutada y la conservada.
El compositor dio por concluida la Fantasía coral a mediados de 1809. Le esperaban la finalización del Concierto para piano n.° 5 en mi bemol mayor (op. 73) y una amplia y determinante producción de cuartetos de cuerda y sonatas para piano, además de la composición de sus tres últimas sinfonías.


Ludwig van Beethoven en Crónicas del Helesponto: Sinfonías y conciertos · Música de cámara · Sonatas para piano, violín y violonchelo · Fidelio (op. 72).