Historia de la vida del Buscón: «No pregunte por mí ni me nombre»

Historia de la vida del Buscón (1626), de Francisco de Quevedo: «De su huida y los sucesos en ella hasta la Corte: No pregunte por mí ni me nombre» (Libro segundo, cap. V, 1)


Partía aquella mañana del mesón un arriero con cargas a la Corte. Llevaba un jumento; alquilómele, y salíme a aguardarle a la puerta fuera del lugar. Salió, espetéme en el dicho y empecé mi jornada. Iba entre mí diciendo: «Allá quedarás, bellaco, deshonrabuenos1, jinete de gaznates2».
Consideraba yo que iba a la Corte, adonde nadie me conocía, que era la cosa que más me consolaba, y que había de valerme por mi habilidad allí. Propuse de colgar los hábitos en llegando, y de sacar vestidos nuevos cortos al uso. Pero volvamos a las cosas que el dicho de mi tío hacía, ofendido con la carta que decía en esta forma:
«Señor Alonso Ramplón: tras haberme Dios hecho tan señaladas mercedes como quitarme de delante a mi buen padre y tener a mi madre en Toledo3, donde, por lo menos sé que hará humo4, no me faltaba sino ver hacer en vuestra merced lo que en otros hace. Yo pretendo ser uno de mi linaje, que dos es imposible, si no vengo a sus manos, y trinchándome, como hace a otros. No pregunte por mí ni me nombre, porque me importa negar la sangre que tenemos. Sirva al Rey y a Dios».

1deshonrabuenos: persona que murmura de otras, desacreditándolas y poniéndolas en mala opinión sin razón ni verdad. 2jinete de gaznates: verdugo, pues montaba sobre los ahorcados para acelerar con el peso el ahorcamiento. 3Toledo: ciudad castellana situada al sur de Madrid, a orillas del Tajo, en donde se encontraba la cárcel del Tribunal de la Inquisición. 4advertencia de que será quemada por el Santo Oficio.


Fotografía: Hans Baumgartner – Anterior (cap. IV, 8): «Dejé una carta con mi ida y las causas» – Siguiente (cap. V, 2): «Vi venir un hidalgo de portante» – Historia de la vida del Buscón · Diccionario y sumario del Buscón.


Don Quijote de la Mancha: «Traían los caballeros dineros y camisas limpias»

Don Quijote de la Mancha (1.ª parte, cap. III, 3) · Fotografía: Hans Baumgartner

Don Quijote de la Mancha (1605), de Miguel de Cervantes (cap. III, 3): «Donde se cuenta la graciosa manera que tuvo don Quijote en armarse caballero: Traían los caballeros dineros y camisas limpias»


Preguntóle si traía dineros; respondió don Quijote que no traía blanca11, porque él nunca había leído en las historias de los caballeros andantes que ninguno los hubiese traído. A esto dijo el ventero que se engañaba, que, puesto caso que en las historias no se escribía, por haberles parecido a los autores dellas que no era menester escribir una cosa tan clara y tan necesaria de traerse como eran dineros y camisas limpias, no por eso se había de creer que no los trujeron, y así, tuviese por cierto y averiguado que todos los caballeros andantes, de que tantos libros están llenos y atestados, llevaban bien herradas las bolsas, por lo que pudiese sucederles, y que asimismo llevaban camisas y una arqueta pequeña llena de ungüentos para curar las heridas que recibían, porque no todas veces en los campos y desiertos, donde se combatían y salían heridos, había quien los curase, si ya no era que tenían algún sabio encantador por amigo, que luego los socorría, trayendo por el aire en alguna nube alguna doncella o enano con alguna redoma de agua de tal virtud, que en gustando alguna gota della, luego al punto quedaban sanos de sus llagas y heridas, como si mal alguno hubiesen tenido; mas que, en tanto que esto no hubiese, tuvieron los pasados caballeros por cosa acertada que sus escuderos fuesen proveídos de dineros y de otras cosas necesarias, como eran hilas y ungüentos para curarse; y cuando sucedía que los tales caballeros no tenían escuderos —que eran pocas y raras veces—, ellos mismos lo llevaban todo en unas alforjas muy sutiles, que casi no se parecían, a las ancas del caballo, como que era otra cosa de más importancia; porque, no siendo por ocasión semejante, esto de llevar alforjas no fue muy admitido entre los caballeros andantes, y por esto le daba por consejo, pues aún se lo podía mandar como a su ahijado12, que tan presto lo había de ser, que no caminase de allí adelante sin dineros y sin las prevenciones referidas, y que vería cuán bien se hallaba con ellas, cuando menos se pensase.

11blanca: moneda castellana de origen medieval que equivalía a medio maravedí; su valor era tan escaso que dio origen a las expresiones «no tener ni blanca» o «estar sin blanca», con el significado de ser pobre o no tener dinero. 12ahijado: caballero novel con respecto al que lo armaba; ambos contraían obligaciones recíprocas.


Fotografía: Hans Baumgartner – Anterior (cap. III, 2): «Recuestando muchas viudas y deshaciendo algunas doncellas» – Siguiente (cap. III, 4): «Con sosegado ademán ponía los ojos en las armas» – Primera parte del Quijote – Diccionario y sumario del Quijote.