
Fran Vega
Raros propósitos de la modernidad
Fotografía: Rodney Smith
Contaba la otra tarde Ercilio en la oficina que ahora las gentes exponen sus fotografías y recuerdos a la contemplación de todo el mundo gracias a un invento de mucho ingenio en el que se enredan ardides y emboscadas con cofradías, grupos y consorcios, de lo que deduzco que se trata de un rudimento tan extravagante como inconcebible y más propio de gatuperios y murmullos que de una subcomarca tan ilustrada como la nuestra. Además, y por si la ocurrencia no fuera ya muy estrambótica, otras gentes igualmente antigregarias pueden hacer observaciones y comentos sin que nadie les haya dado vela en el entierro ni mantón en el bautizo, lo que ya me resulta disonante, estridente y tremebundo. Yo no encuentro el interés en dar a conocer las temáticas de mi humildérrima persona a las muchedumbres de otras subcomarcas, ni vislumbro qué ganancia podrían tener ellas en que yo supiera de sus aflicciones y contentos, pero tal vez no lo comprenda porque siempre puedo contar con mis amistades del cafetín de Tadeo para parlotear de los asuntos que nos conciernen sin tener que discurrir sobre los que incumben a los universos adyacentes. Y aunque ya sé que a veces no entiendo las cosas, me parece a mí que estos raros propósitos de la modernidad no pueden traer nada relevante a nuestra cordura, salvo disparates, yerros y barullos, así que prefiero que todo lo que ilustra mi campante trayectoria esté sobre la cómoda del saloncito para mi exclusivo usufructo y mi intrínseca expansión. Voy a sentarme un ratito en el mirador.
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© Fran Vega, 2018